Segundo Simulacro de parcial

1.En este trabajo se examinan algunos aspectos discursivos del papel de las élites y las instituciones en la producción y reproducción del racismo en las sociedades europeas.

  1. Existen varias razones para centrar el estudio en el racismo de las élites y no en el racismo “popular” (para más detalles, ver van Dijk, 1993). En primer lugar, muchas de las élites afirman a menudo que “por supuesto” no tienen nada que ver con el racismo. Es más, los políticos respetables de los partidos democráticos, los periodistas de los principales periódicos o los eruditos tienden a acusar a otros de racismo, normalmente a aquellos que están en la extrema derecha o a la gente sin educación de los barrios populares, que se enfrenta a diario con inmigrantes.

3.En segundo lugar, el prejuicio y la discriminación no son innatos, sino aprendidos, y se aprenden principalmente del discurso público. Este tipo de discurso, como los debates políticos, las noticias y los artículos de opinión, los programas de televisión, libros de texto y trabajos de investigación académica están en gran parte controlados por las élites. Si este discurso fuera sistemática y predominantemente no racista o antirracista, sería muy improbable que el racismo estuviera tan extendido en la sociedad como lo está, asumiendo que en muchos sentidos las élites son los guardianes morales de la sociedad y normalmente dan el buen o mal ejemplo de prácticas sociales.

4.En tercer lugar, sabemos por la historia del racismo que varias élites han tenido siempre un papel destacado en la dominación étnica y racial. De hecho, el concepto mismo de “raza” fue “inventado” por académicos, igual que la noción de superioridad racial, como sabemos por la extendida literatura científica del siglo XIX y gran parte del siglo XX (Barkan, 1992; Chase, 1975; Haghighat, 1988; Shipman, 1994; Unesco, 1983). El colonialismo, la eugenésia, la segregación, el Holocausto, el Apartheid y la “limpieza étnica” fueron prácticas racistas llevadas a cabo por políticos entonces “respetables”, y legitimadas por periodistas, académicos y científicos. Sus discursos se reflejaron en novelas, películas, libros de texto y discursos de “sentido común” en la vida diaria. Allá donde encontramos formas de racismo “popular”, éste está en gran medida preformulado por las élites y sus líderes políticos y medios de comunicación, o utilizados de manera populista para restringir la inmigración. Y, finalmente, en los casos en que las élites no emprendían explícitamente la producción de prejuicios y estereotipos y la exclusión de los otros de su propio campo (política, medios, ciencia, etc.) se les puede por lo menos culpar de combatir de manera insuficiente el racismo cuando tenían los medios y la oportunidad de hacerlo.

5.En suma, hay unas cuantas razones para lanzar la tesis de que las élites siempre han sido, y aún son, parte del problema del racismo, más que la solución antirracista y multicultural. Sin embargo, como el racismo de las élites es a menudo bastante sutil e indirecto, y para distinguirlo del manifiesto y ostensible racismo de la extrema derecha, necesitamos investigar qué formas toma ese tipo de racismo hoy en día. Quizá estamos tan acostumbrados a este tipo de racismo que ya ni siquiera lo percibimos, como ha sido el caso de muchas formas de machismo, igualmente negado a menudo por los hombres.

6.El racismo de las élites es principalmente discursivo. Los políticos, los periodistas, los académicos, los jueces y los directivos lo que hacen fundamentalmente es escribir y hablar, y a través de sus diversos discursos dominantes expresan y reproducen sus creencias, ideologías, planes y políticas. Un discurso de un político prominente, un artículo de opinión de un periodista estrella, o un libro de un académico de renombre pueden tener un efecto más negativo que cientos de conversaciones tendenciosas en la calle, en el autobús o en un bar. En este trabajo, examinamos algunas de las propiedades de ese racismo discursivo de las élites.

7.Al mismo tiempo, definimos la noción de “racismo institucional” como las prácticas discursivas organizadas de las élites, como en el caso de los debates en el parlamento, las noticias que aparecen en la prensa, el documento burocrático y lenguaje de la administración nacional o local, o los libros de texto en la escuela y en la universidad. Aunque se pueda obtener una explicación sociológica de las prácticas sociales individuales y hablar de las acciones o políticas de las organizaciones e instituciones, hay que tener en cuenta que los discursos de estas instituciones son productos individuales o colectivos de sus miembros, y están legitimados por su liderazgo de élite. Una institución es tan racista como lo son sus miembros, y especialmente sus líderes. Esto no significa que reduzcamos el racismo al prejuicio personal, sino que queremos enfatizar que los prejuicios socialmente compartidos son producidos y reproducidos conjuntamente y en colaboración por colectivos de miembros de la sociedad a través de discursos institucionales de los campos de la política, los medios, la educación, la enseñanza y las empresas de negocios.

 

Racismo

Las nociones de “racismo de la élite” y “racismo institucional” presuponen el concepto de racismo, que necesitamos definir brevemente para poder entender el papel del discurso y las élites en la reproducción del racismo. El racismo es principalmente un sistema de dominación y de desigualdad social. En Europa, las Américas y Australia esto significa que una mayoría (y algunas veces una minoría) “blanca” domina a minorías no europeas. La dominación se define como el abuso de poder de un grupo sobre otro, y está representada por dos sistemas interrelacionados de prácticas sociales y sociocognitivas cotidianas, es decir, por varias formas de discriminación, marginación, exclusión o problematización por un lado y por creencias, actitudes e ideologías prejuiciosas y estereotipadas por otro. En efecto, éstas últimas pueden ser consideradas en muchos sentidos como las “razones” o “motivos” que explican y legitiman las primeras: la gente discrimina a los demás porque cree que los otros son de alguna manera inferiores, tienen menos derechos, etc.

El discurso es la práctica social que relaciona estos dos campos de racismo. Es en sí mismo una práctica social prominente como otras, y la práctica social casi exclusiva de las élites simbólicas y las instituciones: lo que “hacen” lo hacen a través de textos o disertaciones.

Al mismo tiempo, el discurso es prácticamente la única manera en que los prejuicios racistas se expresan y reproducen en la sociedad: estas cogniciones sociales se adquieren generalmente a través de los medios de comunicación, los libros de texto y las conversaciones cotidianas con los miembros de la familia, conocidos, amigos o colegas, conversaciones que a su vez pueden estar basadas en lo que la gente ve en la televisión o lee en el periódico. Casi todo lo que sabe la mayor parte de la gente sobre países no europeos, sobre inmigrantes y minorías, lo sabe a través de los medios de comunicación, y lo mismo sucede con sus opiniones y actitudes que, a su vez, son la base de las prácticas sociales de discriminación y exclusión.

Así, el proceso de la producción y reproducción de conocimiento, opiniones e ideologías se debería definir principalmente en términos de las prácticas discursivas de las instituciones dominantes y sus élites. Esto también se aplica para la reproducción de prácticas e ideologías racistas.

Siguiendo esta misma lógica, esto se aplica a la reproducción del antirracismo. Como consecuencia de la resistencia de la minoría o la presión exterior, algunos agentes de cambio entre las élites políticas, mediáticas y académicas pueden empezar a formular discursos alternativos que cuestionan, critican y se oponen a discursos dominantes y otras prácticas. En cuanto estas voces de disensión tienen acceso a los medios de discurso público, pueden estimular la formación de movimientos de oposición, ONG, partidos o grupos de presión, como también ocurre con los movimientos antirracistas en Europa y las Américas.

Sin embargo, el cambio serio y sistemático sólo es posible cuando la mayoría de los líderes de la élite en la política, los medios de comunicación y el mundo académico respalda las ideologías antirracistas de grupos contrarios, como ha sido el caso en los Estados Unidos en el período post-segregacionista, en el África post-Apartheid o en la Europa post-Holocausto, en las formas más extremas de racismo y antisemitismo.



Van Dijk, T. (2006) “Discurso de elites y racismo institucional”, en Lario Bastida, M. (Coord.) Medios de comunicación e inmigración, Murcia, CAM.

  1. Lea el fragmento y señale si se trata de un texto académico. Fundamente su respuesta. (15 p.)
  2. Reemplace los conectores subrayados por otros de significado equivalente. (20 p.)
  3. Busque dos subjetivemas en el Párrafo 5 y explique para qué los usa el autor. (10 p.)
  4. Explique un uso de comillas del párrafo 4. (10 p.)
  5. Caracterice al enunciador y al enunciatario del texto. Fundamente su postura (20 p.)
  6. Defina y diferencie los conceptos de dominación y racismo según van Dijk. Incluya un ejemplo en su respuesta. Mínimo 10 líneas. (25 p.)

 

Simulacro de parcial. Resolver para el jueves 3/10 (Tiempo de resolución 2 Hs.)

1.Las relaciones de poder constituyen uno de los focos de atención principales para el Análisis Crítico del Discurso (ACD). Su interés parte del hecho de que los grupos sociales dominantes ejercen su poder a través de medios económicos o legales, pero también a través de medios lingüísticos, la utilización de un tipo de lenguaje concreto puede ser un símbolo de poder[1].

2.Esta cuestión tiene una importancia fundamental en el discurso de los medios de comunicación, el ACD se centra en dos aspectos principales: las relaciones de poder sobre el discurso y las relaciones de poder en el discurso.

3.El primer tipo de relaciones se refiere al problema del acceso al discurso periodístico, es decir, quién aparece a menudo en los medios de comunicación y, sobre todo, quién goza de una credibilidad suficiente como para que sus declaraciones sean noticia automáticamente. En este sentido, las vinculaciones de los medios de comunicación con los grupos dominantes son numerosas; por un lado, dependen en gran medida del mercado publicitario con lo que deben atender en mayor o menor medida a sus intereses y por el otro, dado que necesitan un suministro de noticias constante, las fuentes gubernamentales y los grandes grupos empresariales se han convertido en actores sociales con un acceso preferencial a los medios ya que disponen de departamentos creados ad hoc. Como señala Mark Fishman:

 … los trabajadores informativos están predispuestos a considerar objetivos los       relatos burocráticos, puesto que ellos mismos participan en el apoyo a un           orden normativo de expertos autorizados socialmente. Los periodistas se rigen por el principio de que los funcionarios han de saber lo que tienen la obligación de saber… Concretamente, un trabajador informativo identificará la declaración de un funcionario no sólo como una afirmación, sino como un fragmento de conocimiento verosímil y creíble. Esto equivale a una división moral del trabajo: los funcionarios están en posesión de los hechos, los periodistas se limitan a recogerlos. (CHOMSKY Y HERMAN 1988:51)

 

4.Las relaciones de poder en el discurso se refieren, por tanto, al control que los actores sociales con acceso al discurso ejercen sobre sus características concretas como pueden ser los temas que se tratan con amplitud o los que reciben escasa atención, la visión que se ofrece de un determinado problema, los presupuestos ideológicos que sustentan el discurso periodístico, etc.

5.Otro de los planteamientos fundamentales del ACD es el hecho de que el discurso realiza una labor ideológica. Las ideologías pueden ser concebidas como conjuntos de creencias que estructuran y, en cierto modo, controlan la visión que un determinado grupo tiene de la realidad social. Sin embargo, para que un conjunto de creencias determinadas formen una ideología es necesario que sean compartidas socialmente.

Es en este punto en el que los medios de comunicación desempeñan una labor ideológica fundamental: constituyen el principal medio a través del cual determinados presupuestos ideológicos se socializan. Por ejemplo, la representación que una gran mayoría de la sociedad española actual tiene del fenómeno de la inmigración tiene mucho que ver con la imagen que emana de los medios. En comparación con otros países europeos España tiene una tasa de inmigración relativamente baja, sin embargo, la mayoría de la sociedad española tiene ya una imagen negativa de esos inmigrantes, antes incluso de tener algún contacto con ellos. Este hecho proviene, en cierta medida, de las consecuencias ideológicas del discurso periodístico que se centra sistemáticamente en los problemas que tienen o causan los inmigrantes como la delincuencia o el tráfico de drogas.

6.La labor ideológica del discurso periodístico en este aspecto es doble; por un lado, construye una representación social de los inmigrantes como un grupo básicamente problemático y, por el otro, fabrica, en términos de Chomsky y Herman (1988), un “consenso” social sobre nuestras actitudes hacia los inmigrantes, construyendo una imagen en la que “nuestra sociedad” es fundamentalmente tolerante y en la que el racismo es una actitud incidental y aislada[2].

7.Sin embargo, el racismo es actualmente un complejo sistema ideológico que se encuentra en la base de numerosas prácticas sociales y que, en ocasiones, se expresa y reproduce a través de medios discursivos. Pero para estudiar adecuadamente la presencia de determinados prejuicios relacionados con el racismo en el discurso de los medios de comunicación es necesario atender brevemente a la naturaleza de las ideologías y a las funciones sociales de las mismas. (…)

8.También, es necesario señalar que no se deben confundir las ideologías con sus expresiones discursivas (VAN DIJK 2000:353), si mantuviéramos este paralelismo nos veríamos obligados a admitir que hay tantas ideologías como discursos, lo cual es abiertamente incoherente. Las ideologías tienen un componente fundamental de tipo cognitivo, es decir, son representaciones sociales que guían las diferentes acciones sociales de una persona, los discursos pueden expresar creencias ideológicas, pero raramente una ideología completa, además, en muchas ocasiones esos presupuestos ideológicos no se expresan explícitamente sino de una manera más sutil e implícita por lo que es necesario inferirlos.

9.Por otra parte, las ideologías desempeñan una serie de funciones sociales fundamentales. Sirven como factor de unión entre los miembros de un grupo[3] ya que en ellas se tienen en cuenta los intereses y objetivos comunes; en este sentido, las ideologías crean solidaridad entre los miembros de un grupo. Sin embargo, ningún análisis de las ideologías puede dejar a un lado el hecho de que éstas, en ocasiones, sirven para legitimar y justificar una determinada distribución del poder social.

DE LA FUENTE GARCÍA, MARIO (2004) Análisis crítico del discurso y racismo en los medios de comunicación. Madrid, Arco Libros.
  1. Lea el fragmento y señale si se trata de un texto académico. Fundamente su respuesta. (15 p.)
  2. Reemplace los conectores subrayados por otros de significado equivalente. (20 p.)
  3. Busque dos subjetivemas en el Párrafo 6 y explique para qué los usa el autor. (15 p.)
  4. Caracterice al enunciador y al enunciatario del texto. Fundamente su postura (20 p.)
  5. Explique el uso de comillas en el párrafo 6. (10 p.)
  6. ¿Cuál es la labor ideológica que ejercen los medios de comunicación respecto de los inmigrantes? Mínimo 10 líneas. (20 p.)

[1] En este sentido, la Sociolingüística ha mostrado como, por ejemplo, la variedad lingüística de las clases sociales altas es siempre considerada como prestigiosa y más correcta mientras que la de las clases bajas es estigmatizada como vulgar e incorrecta. La corrección de una variedad lingüística debería basarse en su adecuación al contexto comunicativo en el que se produce; de esta manera, ambas variedades serían igualmente correctas ya que se sitúan en contextos radicalmente distintos con necesidades comunicativas diferentes.

[2] Si hemos concluido que los medios de comunicación dan un acceso preferencial a las clases dominantes como los políticos o los grupos empresariales parece lógico suponer que los presupuestos ideológicos que subyacen al discurso periodístico sean en realidad un reflejo de la ideología de esas elites con lo que los medios se convierten en una parte integrante de las mismas.

[3] En este sentido van Dijk señala una serie de características que definen el concepto de grupo social: un conjunto de personas forman un grupo social cuando tienen una serie de experiencias que les hacen actuar como colectividad pero sobre todo cuando comparten una serie de representaciones sociales. “Sólo los grupos pueden desarrollar ideologías, y la definición de grupo a su vez, presupone no sólo condiciones, experiencias o acciones socialmente compartidas sino también, y en especial, representaciones sociales compartidas, incluyendo ideologías” (VAN DIJK 2000:183).